La toxina botulínica se aplica en pacientes que presentan arrugas de expresión principalmente en el tercio superior de la cara y también se puede utilizar para rejuvenecer la piel del cuello. No obstante, las zonas más habituales son sobre todo las arrugas de la frente, las llamadas patas de gallo y las del entrecejo.
No, puesto que lo único que puede doler es la punción, pero como se utiliza una aguja muy fina, el paciente prácticamente no lo nota.
Generalmente las sesiones duran entre 15 o 20 minutos, aunque puede variar dependiendo de las zonas tratadas.
A partir del tercer día que es cuando se comienza a ver que el músculo ya no tiene tanta potencia para contraerse y la piel se ve más estirada y menos arrugada. El resultado final se va a ver en el retoque a los 15 días.
Los resultados suelen durar en torno a 4 o 5 meses, dependiendo de las características del paciente, tras los cuales sería conveniente volver a aplicar el tratamiento.
El tratamiento antiarrugas con toxina botulínica se suele combinar con otros tratamientos estéticos como, por ejemplo, los rellenos faciales con ácido hialurónico, luz pulsada, láser o peeling.
No, ya que la toxina botulínica se suele infiltrar en pequeñas cantidades y con una aguja muy fina. Es posible que surja un pequeño hematoma que desaparecería al quinto o sexto día.